martes, 4 de diciembre de 2018
Ella me sonrió.
lunes, 12 de noviembre de 2018
Me dio por volar.
Me di cuenta que los hombres siempre hemos tenido miedo de las mujeres que vuelan. Antes las denominaban brujas y las quemaban. Hoy las llamamos soñadoras. Pero ya no las quemamos, solo huimos de ellas.
Cobardes. No sé si será miedo a que nos puedan tapar la luna, a que toquen las estrellas antes que nosotros o, simplemente, es el vértigo de tener que volver a ir a ras de suelo.
Y apareció ella y todo cambió. Vuela y vuela alto, que yo estaré a tu lado, disfrutando de tu sonrisa y compartiendo las vistas desde aquí arriba.
martes, 30 de octubre de 2018
La del tequila.
domingo, 14 de octubre de 2018
Prohibiría.
jueves, 27 de septiembre de 2018
No eras consciente.
Quizá pasé por alto que no estabas acostumbrada a mirar a los ojos. Quizá pasé por alto que un par de flores eran mucho más de lo que esperabas.
Quizá no eras tú y era yo. Quizá jugué con ventaja, yo me sabía las reglas y tú no.
Quizá no eras consciente de que me estabas dando mucho más de lo que sabías dar. Quizá no sabía explicarte que una caricia más y tendrías que firmarle un contrato al corazón.
Quizá no eras consciente de que con una mirada tuya morían los segundos no aprovechados.
Quizá no eras consciente, pero estabas dejando de lado los miedos y los fantasmas de tus cicatrices.
Quizá solo te estabas dejando llevar.
Quizá no eras consciente de que el amor dispara a quemarropa.
Quizá no éramos conscientes o quizá si, pero lo que importa es que desnudas mis labios mientras nos buscamos los ojos.
lunes, 24 de septiembre de 2018
Y lo paras.
jueves, 16 de agosto de 2018
Desde tus pestañas.
Al final la caída mide exactamente lo mismo que la subida, así que perdí el miedo a las alturas. Entendí que no hay mejor suicidio que desde tus pestañas.
Siempre deseé volverme una estrella de rock, por la fama y su vida, pero ahora que estás tú solo lo quiero para poder dedicarte cada una de las canciones que hablen de ti.
Incluimos los nervios de la primera cita en las siguientes mil doscientas; aniquilamos las mariposas que intentan adueñarse de lo que sentimos; jugamos con la incertidumbre de no saber si despedirnos con un beso e imitamos a las ganas de vernos nada más irnos.
Los cuentos duran lo que tardas en dejar de creértelos y aquí estamos tan convencidos que los estamos haciendo realidad.
No sé si siempre nos quedará Paris, pero estoy seguro de que nos tuvo envidia cuando nos miramos sobre Montmartre.
Mientras tanto inmortalizaré tu sonrisa, por si un día no te encuentro recordar que hubo un tiempo en el que besaba el cielo.
miércoles, 8 de agosto de 2018
Ejército de superhéroes.
Su día empezaba, el mío terminaba. Ella enloquecía con la luz, yo intentaba enseñarle el encanto de la oscuridad. Reflejaba inseguridad en la mirada, pero se esforzaba en transmitir lo contrario en las palabras. Ocultaba la vulnerabilidad por miedo a que alguien pudiera volver a destrozarla.
Le acaricie el pelo y, sonriendo, le explique que su parte más frágil era su parte más real. Le prometí un ejercito de superhéroes para protegerla y no irme de su cama hasta que se le quitara el miedo. La invité a imaginarse que esa herida que tiene miedo volver a abrir no existía, a que las cosas pueden salir bien y que, a veces, es necesario sufrir un poco para querer de verdad. Ella me hablaba de recuerdos, de dolores y cicatrices. Yo me aprendía de memoria cada una de sus pecas mientras contaba sus lunares. Deseaba que entendiera que el recuerdo de lo malo solo entorpece y que el miedo solo retrasa.
Fue entonces cuando me apretó fuerte la mano y me prometió dejarse llevar.
Y hoy, que vuelve empezar su día y a acabar el mío, visitamos cada noche un par de estrellas nuevas, mientras nos tiramos al vacío con la esperanza de que no nos fallen las alas.
jueves, 2 de agosto de 2018
Física no perfecta.
Contigo en las calles desparecían las esquinas, no había que esquivar semáforos ni esconderse en soportales.
Contigo parecía que nunca iba a llover y que cuando lo hiciera sería tan solo una tormenta de verano. Contigo se acabó tener que escoger, escapar de puntillas y esquivar la luz del sol.
No sé si llegará el futuro o si alguna vez hablaremos en pasado. No sé si jugaré más en otra cama o si alguna vez más llamaré a otra que lleve tu nombre.
Contigo aprendo que lo que más duele es echar de menos lo que no hicimos a tiempo, porque lo que se llevó el tiempo no tengo reloj que me lo recuerde.
Contigo busco la fórmula para convertir los pasos de zebra en colchones y las farolas en velas.
Y así me vuelvo enemigo de lo normal, convirtiéndome en un aliado de lo atípico para entender que la física no siempre será perfecta.
domingo, 22 de julio de 2018
Susurraste.
Caminé por circunstancias que no conseguía entender, curé heridas que no sabía que tenía y volé por ideas que no sabía que se me podían ocurrir.
Me cansé de los que intentan secar el mar, de los que son capaces de quemar la mejor de las sonrisas.
Baile a los días grises y aplaudí a los sueños rotos. Un día alguien me dijo que en los peores momentos hay que sacar lo mejor de uno mismo.
Perdí el vértigo a tu incertidumbre, me quite el miedo a tu no, sostuve la cordura ante la posibilidad de no tenerte. Entendí que lo más terrorífico del amor es justo eso que, con solo el amor, no es suficiente.
Te acaricié el pelo, paseé mi mano por cada parte de tu cuerpo y te reconocí que solía hablarle de ti a cada una de mis pesadillas. Posaste un dedo sobre mis labios y susurraste: si un día te vas, enséñame la salida a mi antes.
jueves, 21 de junio de 2018
Ser cicatriz o candado.
Le perdí el miedo a tu escote, le declaré la guerra y empecé la lucha con tu vestido.
Me esforcé en que no se me escapara ninguna declaración de amor, me envalentoné y me encare con la luna por alumbrar poco tú piel. Aún no sé bien si era yo o mis manos las que gritaban.
Nos sobraban motivos para encontrarnos ángulos muertos, nos faltaban razones para enredar al tiempo en algún “dame más”.
Tenias el arte en los labios, yo lo buscaba en los tiempos verbales.
Nos dejábamos entrar, pero mirábamos de reojo a la puerta, como si algo nos impidiera pasar. Te pregunte: ¿qué hago aquí? No te deje responder, tú tampoco lo sabías. Recuerdo tus ojos diciéndome: ¿qué más da? Dejémonos llevar.
No sabía si hacerle caso al corazón o apartarme de tu boca. Si perder el equilibrio y darle contenido a los recuerdos o ponerle candado a los sentidos.
Ser valiente y añadir tus iniciales a la colección de cicatrices o seguir rellenando agenda con nombres que no volveré a buscar.
viernes, 8 de junio de 2018
Culpable.
Me declaro culpable de echar más de menos en los buenos momentos que en los malos. Me declaro culpable de odiar la lluvia sin pensar en la sequía. De no mirar en los pasos de zebra y de ser torpe la primera vez que le quitó la ropa a una mujer.
Me declaro culpable de ponerme nervioso cuando me miran a los labios, de hacer grandes los dobles sentidos, de que se me trabe la lengua con los primeros vinos y luego tener más soltura que alguna por Montera.
Me declaro culpable de ser impredecible, de jugar hasta el final, de enredarme y no solo con su pelo. Me declaro culpable de exprimir los segundos, de volverme insoportable según cuando.
Me declaro culpable de querer profundizar hasta en una hoja en blanco, de querer siempre hacer algo más, de tomarme la ultima con la luz encendida y de robar algún beso al despedirme.
Me declaro culpable de creer siempre que la gente actuará como yo espero y quiero, de perdonar más de lo debido y olvidar menos de lo que me gustaría.
Me declaro culpable de escuchar música para verbalizar lo que siento, de leer para encontrarme y escribir para cicatrizar.
Me declaro culpable de tener miedo a las alturas pero de enamorarme de quien vuela más alto. De ser tajante y metódico, de hacerme grande ante la adversidad, de hablar puntualizando y sonreír poco por compromiso. Me declaro culpable de abusar de aconsejar, de hacer poco caso a los demás y de tropezar a menudo. De bailar hasta en la ducha, de verme guapo a la tercera copa y asustarme cuando me sale el modo selfie.
Me declaro culpable de excederme en detalles, de camuflar el dolor y de llorar a escondidas.
Me declaro culpable de no saber frenar las ganas de besarla, de no quitarme su olor de la memoria, ni ser capaz de ganarle la guerra al teléfono para no llamarla.
viernes, 1 de junio de 2018
Haciendo Madrid.
Decidí que nadie pudiera describir mi espalda más que mi pecho, que nadie fuera capaz de decir que alguna vez escribí algo a media tinta.
Quiero que nadie pueda decirme que no supe disfrutar cada instante, que no pueda echarme en cara que la vida fue más rápida que yo.
Somos dos haciendo Madrid, las palabras saben a poco, ninguno hablando de mañana, porque hoy es lo único en lo que creemos.
Formando puzzles con gestos, jugando a ser mayores, fingiendo saber que decir, pero con el miedo de llegar a casa y no saber de ella.
Yo pensando que la iba a perder, basándome en que en las películas de contrabando la cosas no llegan a buen puerto. Pero nosotros seguíamos haciendo Madrid, como si fuera la última vez. No hacía falta ser romántico, tampoco tenía que bajarle el cielo, porque veíamos el límite más lejos que eso.
Cada dos esquinas los labios queriendo decir: “tengo ganas de ti”, pero con esta manía de no atreverme a levantar las cartas.
Le advertí que iba a desenchufar la gravedad, que no se subiera si tenía vértigo, pero que yo estaba harto de paseos a ras de suelo.
Y es que aquel día, mientras hacíamos Madrid, me prometí que nadie pudiera decir que la vida iba más rápido que yo. O no se, si es que volvió a ser más rápida y me advirtió, que esa que caminaba a mi lado, volaría conmigo un rato.
martes, 17 de abril de 2018
Y me quedé.
Me dio una señal a modo de caricia que significaba: quédate. Y me quedé.
Por un momento, tuve la certeza de que no había mejor salida que quitarnos la ropa. Y ahí estábamos, a los pies de su cama, desvistiéndonos poco a poco con una mano, con la otra destrozando el reloj, con la esperanza de poder parar el tiempo.
Era de las que se encaraba con la luna las noches que salía, de las que amenazaba al sol si aparecía, de las que ponía en tensión a las estrellas. Era de esas que te besaba cuando le apetecía, de las que costaba sorprender. Era de las que con la sonrisa puesta disfrazaba las trescientas quince cicatrices sobre su piel, era de las que te erizaban la piel con una sola mirada.
Y ahí seguíamos, declarándole la guerra al edredón, más cerca del techo que de el suelo.
Me di cuenta que era de aquellas, que antes de empezar ya sabías que no serían para siempre, pero de las que dejaban cicatriz. Y como quien se despereza, estaba tatuando sus iniciales sobre mi cuerpo.
Me miraba y sonreía, me contaba sus mil planes y entre carcajadas me descubrí arreglando el mundo desde su perspectiva. Yo que siempre fui de volar a ras de suelo, me vi entre las nubes enamorándome de un mundo en los ojos de ella.
Ella era de esas que te quitaban la respiración mientras dormía, de las que se despertaban y simplemente se apoyaban en tu pecho, como si quisiera comprobar que seguía latiendo.
Y esa noche me quedé, destrozando un reloj, pintando nuestra Capilla Sixtina sobre una cama, dibujando para siempres en su piel, aprendiendo a enfrentarme a la luna, suplicando a el sol que no saliera nunca.
viernes, 13 de abril de 2018
Te advierto.
lunes, 2 de abril de 2018
Vengo a hablarte.
miércoles, 28 de febrero de 2018
Radiografía.
No se si es la vida la que pasa, si es el tiempo el que corre o simplemente es que nosotros a veces no valoramos ninguna de las dos.
Me encantaría que en los colegios enseñaran la diferencia entre mucho y bien, para que al menos, cuando crecieran los niños a la hora del amor supieran elegir.
Aprendí de mi amiga Patricia que somos capaces de usar mucho algo que nos gusta a sabiendas de que con el exceso, acabaremos aborreciéndolo, ella lo hace con las canciones constantemente.
No sé si olvidar o el olvido es lo mismo, lo que sé es que duelen distinto.
Me han hablado tantas veces de el karma que ya hasta lo tuteo.
He escrito tantas veces sobre el amor que muchas veces cuando me cuentan alguna historia, pienso que me vacilan.
He sido y soy incongruente con lo que hago y digo, pero lo peor es que sé perfectamente el por qué.
Siempre tuve un estereotipo de mujer, pero últimamente me fijo exactamente en el contrario.
Siempre he pensado que somos egoístas hasta dando, porque creo que cuando lo hacemos solo buscamos alimentar nuestro ego y sentirnos mejores personas.
Critico si me aburro, igual que comer o explotarme algún grano.
Nunca me he creído muy gracioso, pero tengo mi público. Siempre me reí más de la risa del que se celebra su propio chiste que del chiste en si.
Creo que no hay nada más maravilloso que una risa contagiosa, un baile sin complejos y un polvo sin pudor.
Besaré cuantas veces pueda, a la misma o a muchas, pero jamas apagaré mis labios.
Nunca creí que ser mujeriego fuera por ruindad, ni que todas las mentiras fueran por engañar.
Me ha fallado quien menos lo esperaba y me sorprendió por quien nunca aposté.
Muchas veces me he preguntado como será y quien irá a mi entierro y me he sorprendido haciendo cábalas.
Suelo hacer un mundo de las pequeñas cosas, pero me vengo arriba ante los problemas grandes.
Me he sorprendido alguna vez cantando e incluso bailando en la calle.
Tengo vergüenza según a qué, mi madre dice que a lo que me interesa.
Pongo a lavar ropa por pereza a doblarla, odio hacer la cama, pero me encanta meterme en ella y que esté hecha.
Soy de los que aconseja pero no sigue su propio ejemplo.
Mucha de la música que escucho es más por la letra que por la música en sí.
Siempre he dicho que salir varios días seguidos es como el deporte, entrenamiento.
Odio perder días sin hacer nada, hoy tengo 29 años y ayer cumplí 18.
No me arrepiento de nada, tengo la conciencia tranquila y la sonrisa puesta.
Puedo acabarme una serie en una noche como que se me haga bola y ver el primer capítulo trescientas veces.
Hay gente que sin un motivo aparente por la calle me da ternura.
Si estoy solo pongo caras raras en el espejo del ascensor y cuando me hago pis, es ahí dentro donde peor lo paso.
Soy cariñoso y detallista pero puedo ser muy frío y provocador. Me suelen juzgar por a lo que me dedico y no se paran a ver quien soy.
Me encantaría que la gente entendiera el valor de un “no te vayas” cuando se lo dicen, no solo cuando lo dice.
Creo que la gravedad debería ser más emocional que física. Creo que el que advierte la mayoría de las veces esta pidiéndolo a gritos y que quien juega con fuego es porque ya lo ha hecho antes.
Los tópicos están ahí porque a más de uno le han pasado y las frases hechas se repiten porque la mayoría se siente identificada.
Creo que no hay cosa peor que no sentir nada, el arrepentimiento y las dudas.
Nunca aconsejaré a alguien a quedarse con las ganas, ni nunca aceptaré de nadie el miedo u orgullo como motivo.
Creo que la tecnología y las redes sociales nos han quitado gran parte de la esencia de ligar.
Pienso que la gente no está acostumbrada a luchar y que el amor ha perdido fuerza.
Hay esquinas, restaurantes y lugares, que me siguen encogiendo el corazón por algún recuerdo, pero aún así no los evito.
Y hoy, después de mucho tiempo he disfrutado de bailar bajo la lluvia, sin dejar ni al tiempo ni a la vida correr. Porque parar el tiempo no es cuestión de querer, si no de con quien.
miércoles, 31 de enero de 2018
Implacables.
El problema no es que me des los buenos días, si no que hagas buenos los días.
El problema no es que el miedo te congele, si no que congeles el miedo. El problema no es el deseo, es que sin ti no lo veo.
Tu y yo, que siempre hemos sido tanto de todos y nadas, de a toda velocidad o marcha atrás, nos encontramos en el equilibrio del medio, del si pero también no. De encontrar dudas por miedo a lo implacable de las razones. De buscar excusas para no y temblar ante los si.
Tu y yo que siempre alardeamos de sinceros, ahora andamos con esta mentira de con cuidado.
El problema no son los llantos, el problema es cuando son de risa. El problema no es la sonrisa, el problema es cuando es mutua. El problema no es la inseguridad, el problema es que es a perdernos y no tenernos.
Tu que siempre fuiste de extremos, perdida ahora ante las medias tintas, yo que siempre fui de decisiones fijas, ciego ahora ante la medianía.
Que esto no se trata de ganar o perder, se trata de querer y poder. Que el problema no es problema, el problema sería si no hubiera solución.
El problema no es decir te quiero, el problema es cuando reconforta.
El problema no son los nervios, el problema es que es a vernos. El problema no es si mucho o poco, el problema es que es siempre.
Tu y yo que no somos nada de despacito y con buena letra, ahora damos falsas lecciones con este poco a poco.
Tu y yo que somos de mirar las estrellas, ahora con este pánico de coincidir miradas.
Tu y yo que ansiamos tanto vivir el presente, ahora con la excusa del pasado.
Que no sé si estamos muy lejos o muy cerca, no sé si esta orilla solo sirve para coger aire y volver a naufragar, pero sé que entre ser contigo o sin ti, me quedo contigo, porque el problema no es el amor, el problema sería no hacértelo más.
domingo, 14 de enero de 2018
Vetusta.
Vivo del presente, aprendí en una estación que no reconocí como invierno, pero que helaba.
Aprendí que vale más luchar que ganar, sobre todo cuando no hay vencidos, si no perdidos. Aprendí que tres asaltos en una cama valen más que mil respuestas.
Aprendí que ser feliz, siempre tiene que ser una prioridad, por sencillo que parezca, muchas veces perdemos esta perspectiva.
Aprendí que mirar hacia un lado solo nos lleva a chocarnos, que el olvido no siempre existe y que el tiempo solo calma, no cura. Aprendí que lo que cura es aceptar y enfrentarse, pero sobre todo querer curarse.
Aprendí que hay canciones que no suenan, si no que aprietan.
Aprendí que hay miradas que notas hasta de espaldas y miedos que no alejan, si no que acercan.
Aprendí que las personas no cambian, solo se gestionan mejor.
Aprendí, que desaprender para volver a aprender, hace que te des cuenta que no lo sabías bien.
Aprendí que no vuela el que quiere, si no el que sueña.
Aprendí a sonreír más, aunque a veces duela, hay que saber disfrutar hasta de lo malo. Aprendí que el dolor es inevitable, pero que sufrir es opcional.
Aprendí que hay para siempres reales y nuncas inexistentes.
Aprendí que hay olores que no se olvidan, besos que nunca se dejan de dar y caricias que no se borran de la piel.
Aprendí, sin saber que lo hacía. Aprendí que me queda mucho por aprender, pero que no hay mejor lección que dejarse llevar, aunque Vetusta me diga que suena demasiado bien.