Sufro de enamoramientos constantes, de perder vida y media en cada beso y sentir indiferencia cuando menos debo.
A veces hablo de vuelos y no miro ni al cielo. Tengo la manía de olvidarme del reloj cuando estoy a gusto.
Suelo hacer un infinito de la nada y, a veces, escapo sin miedo.
Gano en las distancias cortas, siempre se me dio bien hablarle a unos labios.
Me encanta cuando siento la necesidad de apartarte el mechón de pelo que te molesta en la cara, también me encantan los dobles sentidos y los juegos de palabras.
Te miré y me pregunté: dónde había estado antes que no me había cruzado contigo, probablemente fue culpa de está manía de andar distraído.
No te preocupes si te llamo alguna vez con otro nombre, no es cuestión de memoria sino de retención.
Lo mismo te pido que nos casemos en Las Vegas, como que me duermo sin darte las buenas noches. Tengo un mapa, un radar y una brújula, en todos estas marcada, solo me falta encontrar el camino.
Nunca fui de premeditación y alevosía, pero es que me he imaginado tantas veces al alba en tu espalda, que te se de memoria.
No es que me queme esta contradicción de el sí y el no, es que siempre me gusto más el no sé.
No te asustes. Suelo disparar rápido, aunque los cartuchos suelen ser de fogueo. Preocúpate el día que describa esto como perfecto porque estará perdiendo el encanto. De momento vente a bailar, perdamos esa vida y media en este beso y probemos suerte, a ver si esta vez no se trata de un enamoramiento de esos que se nos olvidan.
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