lunes, 27 de enero de 2014

Lo inventamos.

Tus ojos me preguntan si existe el amor, me lo pregunta lo que me hace sonreír estas últimas mañanas. La respuesta la tienes tú.
No me hagas caso, tengo el corazón oxidado por falta de querer, los ojos desbordados de lloros pendientes, las manos llenas de caricias prometidas y los labios corruptos de besos sin sentir.
Y estas tú, con tu semblante firme, voz dulce y palabra exacta, preguntándome si existe el amor, existe, para ti seguro que existe, no he conocido hombre capaz de no temblar al verte, de no suspirar por besarte, no he conocido hombre capaz de poder dormir después de acariciarte. Sé que mi respuesta no es muy precisa, pero no se decirte si existe o no, solo puedo decirte que tu acercas a él.
Sentada, sonriendo, con una copa de vino en la mano, me cuentas la de cosas que quieres hacer, agobiada por no saber de donde sacar el tiempo para hacer todo, me describes a la perfección todos los sitios que quieres conocer y mientras yo te sonrió muriéndome de ganas de decirte que quiero conocer contigo cada uno de esos lugares.

Y aquí estamos, cenando una noche más, debatiéndonos en algún tema con el que como siempre zanjaremos con un ataque de risa. De repente me miras seria y me preguntas si existe el amor…  Y yo, temblando, sin respuesta te miro y respondo: Si tu crees creo y si no existe lo inventamos.

jueves, 16 de enero de 2014

Eterno enamorado.

Calcule los cuerpos en besos y los besos en sonrisas. Entendí que el placer se conseguía sudando y que nada es eterno.
Me aposte la felicidad en más de una barra con mujeres de infarto: "si nos vamos juntos haré lo necesario para que seas feliz, si no lo haces venderé mi sonrisa por otra copa", el órdago solía acabar entre sabanas y sonriendo les susurraba: “pierde el que tiene algo que perder”.
Pasaba el tiempo, las barras de bar y las copas de más, pasaban ellas y a ninguna invitaba a quedarse. 
Las noches a solas mal decía la suerte de no encontrar el amor. Me consideraba un eterno enamorado, enamorado de todas y ninguna. Me engañaba constantemente, no quería ver que lo que tenía era miedo a sentir, a ser vulnerable, a morir por una caricia. Miedo a sufrir por una sonrisa en otra dirección, miedo a querer despertarme cada día pegado a la misma cintura, enredado en las mismas piernas. Miedo a suspiros inevitables, a escribir de alguien y no de nadie.
Me envalentone, convencido de dejarme llevar, dedicarle tiempo al amor y no solo al deseo. Y así fue.

En estas historias siempre debe haber un "y apareció ella" con una historia romántica y apasionada que contar y así es, la hay, pero esa es otra que aun no quiero escribir.