miércoles, 26 de febrero de 2014

Noches al sol.

Esto no se trata de una declaración nostálgica, más bien una exposición de buenos recuerdos. Recuerdos con sal en el cuerpo, con arena pegada y melanina alborotada.
Salias del agua con el pelo hacia atrás, con la sonrisa marcada, más guapa que Ursula Andress en aquella película de Bond. Desobedientes, mis ojos, decidieron observar como los rayos de sol te maquillaban el cuerpo y mientras yo en mi toalla empezaba a enamorarme; habían pasado solo diez minutos desde que te había visto por primera vez.
Comidas casi atardeciendo, cenas y copas conjuntas describían nuestros días de verano, ese tiempo en el que te conocí y nos enamoramos fugazmente. Uno de esos amores que aparecen en segundos, que se sienten más que ninguno pero que caducan en septiembre.
Y hoy, una mañana lluviosa de invierno, me vienen los recuerdos de aquel verano: nuestras siestas al sol, mi gorra que hiciste tuya, nuestras guerras llenos de arena, los juegos dentro del agua y los asaltos a esas noches en las que volvíamos cuando salia el sol. Fuiste el amor más intenso que recuerdo, lo sentíamos eterno, no contábamos los días, no le veíamos final. Los días pasaban entre hogueras a media noche, salidas diarias, barcos, mar, sal, arena y canciones que como nuestro amor tenían fecha de caducidad.
Recuerdo tu mirada hasta debajo de esas gafas de sol, tu torpeza jugando a las palas o tu odio eterno a la arena que siempre aparecía en la toalla.
Te prometo que no te echo de menos, como te decía esto no es una declaración nostálgica, tampoco es un vuelve, pero iba caminando bajo la lluvia y me he acordado de como te gustaba bañarte mientras nos caía una de esas tormentas de verano.
He decidido escribirte para contarte que la resaca de verano me dura diez meses, que las noches al sol siempre tendrán tu nombre y que cuando me acuerdo de los días que estuve enamorado de ti la sonrisa se me pone hasta dormido.


miércoles, 19 de febrero de 2014

Fingir estar contentos.

Miro la pantalla del móvil con la esperanza siempre viva de tener alguna noticia tuya, busco entre conversaciones si tu nombre se esconde entre todos esos títulos. Me canso de hablarte sin decirte ni una palabra. No se cuanto tiempo podre seguir con la farsa de mirarte a escondidas. Me compro guantes nuevos de boxeo, los antiguos están desgastados de pelearme con el teléfono para no llamarte.
Me empieza a superar la insaciable necesidad de querer buscarte, me asusta este miedo a encontrarte y me matan estas ganas de no querer separarme.
Me dibujo, obligado, una sonrisa cuando me entero que otros te abren la puerta, finjo indiferencia cuando pasan días sin saber de ti.
Me descubro pensando en ti mas veces de las contadas, me esfuerzo en no recordar mis sueños por si apareces también en ellos. Tengo una imagen tuya tatuada en la imaginación, en ella me cuelo entre tu ropa, te beso suavemente y tu me dices que no hay mañana sin mi.
Recupero el aliento esas mañanas que te da por demostrarme que sigues viva, esas mañanas que haces que salga el sol, esas mañanas que al llegar la noche sacan mi parte más asesina contra la luna.
Me iría sin despedirme, sin sincerarme, pero estoy cansado de mirarte con benevolencia, aceptando tu rol como si no doliera.
Te quiero confesar que padezco adicción a tu voz, que sufro mono de tus caricias, que a veces acaricio al aire y me quema el roce de nada. Te confieso también que aun con los sueños apagados me he despertado más veces de las creíbles bajo tu ventana, que no quiero dormir si no es entre tus sabanas. Yo suelo dejar que el orgullo decida por mi y tu dejas al miedo encargado de tus decisiones. Acabo ya, robándote entre estas lineas el tiempo que preferiría gastar en desnudarte pero los días se nos van y no quiero volver a las noches en las que fingimos que todo esta bien.

domingo, 16 de febrero de 2014

Una de cal por dos de arena.

Tengo tantas cosas que decirte, tantos besos que darte y mucho que pedirte... Empezare por lo último. Hoy me gustaría que estuvieras pendiente de mi, tengo una de esas noches tontas que necesito aquello que suelo esconder cuando me disfrazo de hielo. Me gustaría que tu cama estuviera más tiempo de guardia, que de vez en cuando se te escape un "me acuerdo de ti", que dejáramos el orgullo a un lado y el juego de quedar por encima de una vez de lado. Me gustaría que mirarnos fijamente ya no fuera un reto, que no esperáramos a ver quien escribe antes, en definitiva, me gustaría que nos dejáramos llevar sin miedos ni prejuicios.
Ahora te hablare sobre los segundos, podría describir con precisión milimétrica los momentos en los que estuvimos apunto de dárnoslos. Podría decirte exactamente cuantas veces me miras a los labios cuando la distancia disminuye entre nosotros. Podría decirte la de veces que sueño con ellos, la de veces que me entran ganas escuchando alguna de esas canciones que algún cantautor escribió sobre ti. Podría incluso confesarte que sin haberte dado uno creo que un beso tuyo seria como morir y reencarnarme en un segundo. También podría decirte que se dibujar tus labios con los ojos cerrados, pero aquí ya paso al primer punto y a todas esas cosas que decirte. Decirte que sin ti no soy y que contigo vuelo con los pies en el suelo, decirte que entre sueños a veces se me escapan tus te quieros. Decirte que cuando bailas haces magia y que cuando me miras soy inmortal. Decirte que me vuelves cursi y romántico, que muchas noches necesito tenerte a mi lado viendo pasar el tiempo mientras te veo dormir. Sumo las horas y me doy cuenta de que un viaje a la luna es una distancia corta si es a tu lado. Te llevare a todos los sitios en los que no has estado, te enseñare partes de tu cuerpo que nadie te había encontrado.
Me encantaría poder explicarte todas estas cosas pero estamos en ese proceso del juego en el que una de cal vale mas que una de arena. Pero llegado el momento te prometo que te explicare que tu, dos copas de vino y mi cama es todo lo que necesito pasar feliz.

lunes, 10 de febrero de 2014

Inevitable.

Tus ojos me pedían guerra, tu boca en cambio me decía que no. No eras de esas que de pequeño describía al hablar de la mujer perfecta, tampoco te recomendaban las barras de bar en las que te invitaba a algún gintonic, supongo que te habrían visto en la misma actitud con algún ingenuo que como yo pensaba en tenerte para siempre. Pero te pareces a lo que soñaba cuando me veía feliz, sin ningún rasgo destacable pero altamente adictiva. El matiz imposible y peligroso te hacían inevitable. Yo ante tus piernas me sentía imparable, me sacabas carcajadas hasta entre mis ataques de celos cuando te creía con otro.
Todos me hablan de amor, yo les hablo de ti. Ellos me hablan de canciones, yo les describo tu risa. Me cuentan sobre lunas de miel y yo les explico que cada noche en tus caderas toco el cielo. 
Podría pasarme mil noches más con Andres Suarez de fondo escribiéndote e imaginando tus abrazos pero no se si esto merecerá la pena, no se muy bien que me pasa, si seras solo cosa de esas noches que bebo de más. Te doy mi parte más romántica y sacas el animal que llevo dentro, me llevas de un extremo a otro. 
Entre besos sonríes y me hablas de que te estas enamorando, yo te advierto que entre amores nunca caí de pie, tu me regalas el cielo pero sospecho que luego tendrá una cuota muy alta, inasumible para mi, que me imagino teniéndote para siempre y me acelero.
Y no se si decírtelo o no, pero me vuelves loco, mis colmillos sucumben a tus mordiscos de niña. Pero no te preocupes, que yo me enamoro pero se fingir y seguir como si esto fuera un juego mientras nos vamos conociendo. 
Tu mientras sigue agarrándome la mano aunque luego te arrepientas, que el miedo te hace más humana. Que aunque me propongo olvidarte me sigo colando cada mañana por tu ventana para dejarte el desayuno en la cama.
Y es que como te dije antes, eres inevitable y yo cuando te tengo a mi lado me siento imparable.

lunes, 3 de febrero de 2014

Aquel paso de cebra.

A veces vuelvo a aquel paso de cebra que usaba para sacarte a bailar aquellas noches en Madrid. Echa de menos nuestros besos, mis pisotones cuando fingíamos escuchar una lenta, echa de menos mi rodilla al pedirte que te casaras conmigo una y mil veces. Echa de menos mis promesas, nuestros para siempre. Las calles de Madrid me preguntan también por ti y tímido intento explicarles porque todo se acaba. Y es que la vida son momentos, momentos con nombre, momentos que son nosotros, momentos que eres tú, momento que es ella… Pero al fin y al cabo solo son momentos y todos con fecha de caducidad.
Tu inocencia creía en lo eterno, yo siempre te dije que ojala algún “por siempre” llevara tu nombre a mi lado. Y ahora cada uno paseamos por Madrid de la mano de otra persona, riendo, felices pero con la lección aprendida, nada es para siempre.

Y hoy vuelvo a aquel paso de cebra y te encuentro quieta, con la mirada baja y llorando me preguntas si he vuelto con alguien más, y la respuesta es no, siempre será para ti y para mi, solo será para nosotros. Y nos vamos cada uno por nuestro lado, con la sonrisa marcada, pensando en que por lo menos algo de lo nuestro si sera para siempre.