A veces vuelvo a aquel paso de cebra que usaba para sacarte
a bailar aquellas noches en Madrid. Echa de menos nuestros besos, mis pisotones
cuando fingíamos escuchar una lenta, echa de menos mi rodilla al pedirte que te
casaras conmigo una y mil veces. Echa de menos mis promesas, nuestros para
siempre. Las calles de Madrid me preguntan también por ti y tímido intento explicarles
porque todo se acaba. Y es que la vida son momentos, momentos con nombre,
momentos que son nosotros, momentos que eres tú, momento que es ella… Pero al
fin y al cabo solo son momentos y todos con fecha de caducidad.
Tu inocencia creía en lo eterno, yo siempre te dije que
ojala algún “por siempre” llevara tu nombre a mi lado. Y ahora cada uno
paseamos por Madrid de la mano de otra persona, riendo, felices pero con la lección
aprendida, nada es para siempre.
Y hoy vuelvo a aquel paso de cebra y te encuentro quieta,
con la mirada baja y llorando me preguntas si he vuelto con alguien más, y la
respuesta es no, siempre será para ti y para mi, solo será para nosotros. Y nos vamos
cada uno por nuestro lado, con la sonrisa marcada, pensando en que por lo menos
algo de lo nuestro si sera para siempre.
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