lunes, 9 de febrero de 2015

Sin 14 de Febrero.

Querido 14 de Febrero, nunca hemos sido grandes amigos y dudo que lleguemos a serlo. Te pasé más veces solo que acompañado y cuando te festejé fue por lo contrario de lo que presumes. Y aquí estoy, un año más, te acercas, o eso me van diciendo las vallas publicitarias, teñidas de rojo y corazones. Quería decirte lo hipócrita que me resultas, no soy de los que cree en fechas ni en te quieros de calendario. Siempre disfruté más de los besos esporádicos, de los paseos improvisados y de las cenas de ultima hora. Quería decirte que pintas al romanticismo de cursi, restas magia al querer y quemas la esencia de un detalle. Que soy de los que apoya los 364 días restantes del año. Ven, sientate un momento y te voy a ir contando a lo que me refiero:
Resulta que yo prefiero celebrar lo que tu me exiges en un día especifico, cuando se me corta la respiración al verla recién despertada, cuando entro en pánico si amenaza con arreglarse MÁS. Resulta que yo te celebro cuando me da la gana, porque es cuando alguien me quita las ganas de pestañear para no perderme ni un instante de su mirada. Si, tengo esa tonta costumbre de no querer cuando debo, de pasar por alto a quien me ofrece su mano, soy de esos que se enamora de terceros pisos yendo a ras de suelo. Ven, que te quiero seguir explicando, la magia de una reconciliación, de los remolinos en una cama, de no necesitar más aire que el de su respiración. Déjame a lo mio, celebrandote un once de Junio o un siete de Noviembre, déjame celebrarte todos los días de un amor de verano, de un amanecer abrazado o de un martes trece con buena suerte. Déjame celebrarte también en Febrero, pero porque surja no porque te impongas y si es posible con chimenea y poca ropa. Déjame celebrarte escribiendo, que otro año más, me pillas escribiendo de recuerdos, de futuros y de pocos presentes.
No hace falta que te vayas, tu esencia es buena, te fallan las maneras.  Y yo te quiero explicar porque celebrarte mejor los 364 días restantes del año. Porque se convierte en tu día, no el de todos, porque el factor sorpresa entra en juego, porque pocas cosas hacen más ilusión que lo inesperado.
Me despido, deseándote lo mejor en tu día, que a mi me quedan 364 más.


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