viernes, 1 de julio de 2016

Detrás de las nubes.

Poco a poco aceptó que no podía darle el mundo y tomó la decisión de darle lo mejor de él.
A veces, quererla tanto le parecía poco, así que decidió quererla mejor.
Se acariciaban zonas caóticas, bailaban en malecones, paseaban en bicicleta, cada día tenían ganas de reinventarse, pero no uno u otro, si no reinventar un nosotros, quitar monotonía a los días.
Decidió solo repetir algún te quiero, tropezar contra la piedra de echar de menos, pero nunca hacer de lo suyo una rutina.
Compraron pistolas contra distancias largas, chalecos anti miedos y se tiraron cuerpo a tierra sobre su cama.
Hacían del desnudo una necesidad y con el amor hacían de todo menos enfriarlo. Aprendieron que un revolcón también es de corazón y que los nervios por verse pueden durar más de dos citas.
Entendieron que los defectos también podían ser buenos, que hasta en los días grises sale el sol detrás de las nubes.
Ella le pidió que le hablara de eternidad y él le señaló el cielo, ella le dijo que tranquilidad y él le ofreció la mano. Él la llevo al infierno y ella le saco la mejor de sus sonrisas, debe ser que en buena compañía no hay lugar incómodo. Juntos bailaban por las noches, algunas hacían el amor las demás era cuestión de sexo.
Se miraron a los ojos, centrándose en el matiz y la seguridad de no añorar ningún pasado que no fuera conjunto.