martes, 5 de noviembre de 2019

12.000 piezas.


Me miró desde el final de la barra, con cara de inocencia. 

Me adentré en sus redes y me costó encontrar la forma de deshacer sus nudos. Sus ojos me pedían socorro y su falta de palabras cortaban como si fueran dagas.

Era de esas que no aprendías jamás a decir adiós. De las que te curan para después matarte lentamente. 

Yo estaba dispuesto salvarla de su encierro en la conformidad. Dispuesto a abrirle un ojo con el que pudiera ver que el cielo tiene más tonos que el gris. 

Estoy seguro que algún día su sonrisa no será un acto reflejo, una inercia incierta. Ese día, desde lejos la miraré, sonreiré y casi sin aliento me diré: ojalá nos miráramos hoy desde la barra de aquel bar.

Y es que los puzzles no los entiendes hasta que los terminas.





miércoles, 11 de septiembre de 2019

Kamikaze.

Te miré desde el espejo y me di cuenta que ya no sabía tu canción favorita. 
Entendí, mientras aún dormías sobre mi cama que, por no saber, ya no sabía cuándo fue la última vez que te susurre un te quiero entre baile de sábanas y cuerpos.
Recordé aquellos días en los que cuando el semáforo se ponía naranja, acelerabas y, me di cuenta, que ahora esperas hasta en los pasos de cebra. 
Recordé aquellos amaneceres de verano, capaces de engañar a cualquiera, en los que nos vimos enamorados en el reflejo de cada copa. Y, ahora, al recordar, me pregunto si fue cuestión de mi imaginación o realmente te quise todas esas mañanas. 
Recordé que me enamoré de tu alma kamikaze y ahora que te veo temblando ante el barranco no sé si cogerte de la mano y que saltemos juntos o dejarte mis alas y convertirte en un recuerdo.




martes, 3 de septiembre de 2019

Llegaba septiembre.

Como cada agosto, llegaba septiembre. Como cada agosto, quedan atrás unas cuantas historias que contar, alguna que mejor callar  y algún que otro amor que sospecho haber sentido. 

Llegaba septiembre y ella (siempre hay un ella en cada uno de mis agostos) empieza a quedarse en un agosto que ya no está. Ella, como agosto, me hizo perder el vértigo, recordándome cosas que creía no haber conocido. 

Con el discurso de quien no lo hace aposta, agosto siempre será la mezcla exacta entre antídoto y veneno. 

Se va agosto aunque nunca lo acabó de hacer del todo. Como septiembre, que parece que llega siempre tarde para evitar las heridas, pero las cicatriza enseñándonos que el amor no se raciona aunque sepamos que solo dura su mes.

Se va agosto, dejándonos más amaneceres que días, alguna mañana que creo no recordar y el sabor a verano en cada gintonic. 

Y es que llegaba septiembre y con cada canción hacíamos un fragmento de nosotros dos.





domingo, 21 de julio de 2019

Me pregunté.

Le quité los tacones, pero se mantuvo a la misma altura. No era cuestión de centímetros. Y me pregunté cómo igualar el vuelo de quien vuela sin alas. 

Le quité el vestido y su piel fue mejor que cualquier horizonte. No era cuestión de deseo. Y me pregunté cómo acariciar a quien te acaricia con la mirada.

Le quité más de trescientos millones de besos, pero no me quité las ganas de ella. No era cuestión de cantidad. Y me pregunté cómo sorprender con un beso a quien hace pequeño el cielo con su risa.

Y me pregunté cómo hablarle de tiempo, si solo me salía un para siempre.





lunes, 29 de abril de 2019

El camino hasta tu casa.

Pensé en ti. 
Sí, la verdad es que, a veces, pienso en ti. No te quiero engañar tampoco, no sé si a menudo o solo de vez en cuando.
Me pregunto cómo has llegado ahí, en tan poco tiempo, como sin apenas nada a veces te vuelves mucho. 
Y pienso y, lo que es peor, me doy cuenta que me gusta pensar en ti.
Sonrío y desarrollas en mi unas ganas de algo que con ganar no vale. Invento mil trazadas diferentes para que el camino hasta tu casa sea más largo, para que tus ganas de una copa más sean siempre y para que, algún día, ese "quédate" no sea solo cuestión de mi imaginación.
Pienso en ti y me doy cuenta que me muerdo los labios para adormecer las ganas de sentir los tuyos. 
Pienso en ti y aprieto los puños para sentir otra piel entre mis dedos, como si de tus piernas se tratara.
Pienso en ti y en cómo te huelo el cuello cuando te saco a bailar.
Pienso en ti, sí, otra vez, y quizá sea más a menudo de lo que pensaba.





lunes, 22 de abril de 2019

Buenos días.

Buenos días - susurré-.
Ella no estaba, pero no importó, sentía la necesidad de desagarrar la primera hora del día con ella. Necesitaba darle los buenos días. A ella. Solo a ella.
Ella tomaba vino blanco para sonreír, gin & tonic para bailar y tequila para no recordar. Llevaba tacones para demostrar que había perdido el vértigo a caer, bailaba como quien se reserva lo mejor para después y su mirada era de las que había aprendido a morir para vivir mejor.
Con una copa como armadura y aun sabiendo que su disparo seria certero, me descubrí vulnerable, intentando que los míos no fueran al aire.
No me di cuenta cómo habíamos llegado hasta ahí, espalda con espalda. No conseguíamos que coincidieran nuestras miradas. Porque sabía, con la seguridad del que sabe que está a punto de perder la cordura con el siguiente beso, que si conseguía que sus pestañas se entornaran y bailaran hacia mí el mundo volvería a desaparecer tras nuestra única sombra. No habría más música que la suya, la mía, la de nuestros pasos caminando el uno hacia el otro. Porque ella es esa última cerveza en una terraza el primer día del otoño, la primera peca del verano.
Soñé con todas mis fuerzas que su hombro bailara un último twist. Pero ella, que era muy de morir antes de vivir, no encontró el camino. Y seguimos toda una luna así, juntos pero tan lejos… Tanto que hoy al despertarme he vuelto a gritar su recuerdo y maldecir ese momento en que no quiso saltar al vacío de mis ojos.




martes, 8 de enero de 2019

Háblame de tu Madrid.

Háblame de tu Madrid, de si te gusta más de día o de noche, de si prefieres caminar acompañada o de las veces que caminas sin ti.
Háblame de tu Madrid, de las veces que has pasado por alto lo bonita que es.  Y de las veces que ella ha pasado por alto lo bonita que eres tú. Háblame de tu Madrid, pero sin mencionar la Gran vía, al Rastro o la Castellana, háblame de tu Madrid caminando por tus ojos.
Háblame de los portales que ya has usado para demolerlos. Háblame de los besos que aún te puedo dar y si te gusta ver amanecer agarrada a mi cabecero.
Háblame de tu Madrid, de su cielo, que es interminable pero desde tus ojos parece alcanzable. Háblame de los bares en los que puedo convencerte, de las estrellas que no has visto y de los pasos de cebra en los que no te han desnudado.  Háblame de tu Madrid, para condenar a los que te han pasado por alto y darle las gracias a los que no te han convencido.
Háblame de tu Madrid, por si en alguna de sus esquinas te pierdes sea conmigo con quien te encuentres. Háblame de tu Madrid, de los amaneceres en los que no te sometiste y los atardeceres que no te declararon la guerra. 
Háblame de tu Madrid, de Ponzano y sus miradas furtivas, de Malasaña y sus mordiscos clandestinos, de la Latina y sus domingos de reconciliación.
Háblame de tu Madrid, de los conciertos que te quedan por ir, de las canciones que nos quedan por cantar bajo la lluvia, de las terrazas en las que no esperas ni al sol o de las copas que nunca están de más.
Háblame de tu Madrid y de los que huyen de sí mismos por miedo a un destino inexistente. Háblame de tu Madrid y de un karma que nunca se devuelve.
Antes de decirme tu nombre háblame de tu Madrid, porque no quiero tener que volver a buscarte.