Le quité los tacones, pero se mantuvo a la misma altura. No era cuestión de centímetros. Y me pregunté cómo igualar el vuelo de quien vuela sin alas.
Le quité el vestido y su piel fue mejor que cualquier horizonte. No era cuestión de deseo. Y me pregunté cómo acariciar a quien te acaricia con la mirada.
Le quité más de trescientos millones de besos, pero no me quité las ganas de ella. No era cuestión de cantidad. Y me pregunté cómo sorprender con un beso a quien hace pequeño el cielo con su risa.
Y me pregunté cómo hablarle de tiempo, si solo me salía un para siempre.
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