Era un Noviembre frío, hacia una noche para pasar debajo de
una manta viendo una buena película pero un inesperado mensaje cambio mis
planes.
Apenas sabíamos nuestro nombre y algún detalle más. Era tu última
noche en Madrid y decidiste no pasarla sola, al día siguiente volverían los
miles de kilómetros entre nosotros. Te recogí y decidí llevarte algún sitio con
el que quedar bien, tu olor a Narciso Rodríguez me hizo hasta tartamudear.
Escuchaba atento lo que pensabas para darle sentido a tus miradas.
Te pediste una cerveza que decía que no estabas segura de
tener que utilizar alguna excusa para irte, te pasaste al whisky avisando que
no tenías prisa.
Según pasaban los minutos existían menos cosas que no fueras
tú, no tardamos mucho en sentirnos cómodos, me obligaba a mirarte a los ojos
aunque me tentaba la idea de conocer tus labios.
El reloj corría más rápido que de costumbre, arreglábamos el
mundo, debatíamos sobre relaciones pasadas y hablando de tu ex te recomendé un
libro que decía "en el momento que te paras pensar si quieres a alguien
los has dejado de hacer para siempre" y así convencerte de que todo lo
pasado ya no cabía en ti.
Cuando nos dimos cuenta eran las 6:30 de la mañana, la noche
no nos quería dar más tregua, decidimos ir a un último lugar, uno de esos
sitios que enganchan, un hombre al piano, luz tenue y buena comida. Las 8... En
4 horas te irías sin billete de vuelta, rezábamos por un amanecer más tardío, yo me preguntaba con un hilo de esperanza si te quedarías un día más.
Salimos de aquel lugar, te puse mi abrigo y te subí la
cremallera para que el frío tampoco interrumpiera nada entre nosotros, mientras lo hacia no me
atreví a decirte que soñaba con poder hacerlo toda mi vida. Llegamos a tu hotel, me diste las gracias y con un beso en la mejilla de esos
que paran el tiempo nos despedimos.
Ahora ya no estas y yo salgo a la calle sin abrigo para
hacer los recuerdos de esa noche más reales, la gente me mira como a un loco
cuando gritando suplico que no te enamores si no es de mí, paso por tu hotel cada
amanecer para preguntar si has vuelto y le pedí al hombre del piano que me tocara
cada noche antes de dormir para así sentirte más cerca.
Aprenderé a quitarme el sabor de los besos que no nos dimos,
te escribiré por cada caricia que no nos atrevimos a dar. Solo te pido que no
te olvides que en Madrid te queda una cuenta pendiente, yo recuerdo cada día
que allá donde estés me quedan muchas por saldar.
Ahora que no estas compartimos distancia y soledad; tampoco
te voy a engañar al irte a buscar me convertí en humano y con el miedo perdí
las alas.
Me encantaría verte sonreír todas las mañanas y que no
volvieras a pasar frió gracias a mi abrigo. Ya no sirve de nada arrepentirme por
soltarte la mano, por no besarte, por no pedirte que te quedaras más tiempo,
por no convencer al reloj de que parase el tiempo.
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