martes, 12 de noviembre de 2013

Despacito, que las prisas no son buenas.

No me cambies los esquemas, la luna está bien de noche y las mañanas déjaselas el sol. Me declaras guerra cuando llevo bandera blanca, me exiges paz cuando busco batalla. Vuelo cuando duermes, me enamoro cuando sueñas. Rebusco entre los míos cada una de las veces que bailando nos besamos. Te quiero y te olvido, te echo de menos y te echo de más. Ven pero vete, vuelve pero no te quedes. Desnúdame pero “despacito, que las prisas no son buenas” como nos canta Fito.
La urgencia por besarte se me pasa con la tercera copa y vuelve a partir de la quinta. No dejes que te vengan a dar ejemplos de ética, que lo nuestro es nuestro y de nadie más. Que no te importe si opinan que el vuelo debe ser común, acostumbrados al cliché de paseos de la mano, abrazos de cintura y ojos en propiedad no ven que lo nuestro puede ser más que lo suyo pero pintado a acuarela, un poco más borroso. Se nos da mejor querernos cuando nos apetece no cuando debemos. Cansados de susurros pasajeros, sin ganas de nada establecido buscamos respuesta al enigma de lo nuestro.
No te enfades las noches que me escondo, hay tantas como las que le pido a la luna que se vuelva llena para que me veas. Hagamos un trato, apaga la luz, dejémonos llevar, no vendas estrellas, no revalorices sentimientos, ni te creas mis para siempre.




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