jueves, 7 de noviembre de 2013

Historia en un bar.

Me envalentone y me dirigí hacia ella:
“Ya sabes quién soy y yo quien eres tú, no vengo a decirte absolutamente nada que no sea verdad. Por no venir, no vengo ni a alardear con palabras vacías que hablen de lo bien que harías eligiéndome a mí. No vengo ni con el cielo envuelto para regalo, ni con halagos que escucharas cada noche que sales, tampoco pretendo conquistarte con promesas que no estoy seguro de poder cumplir. No voy a decirte que me he fijado en tu paso tropezado o en que mueves los labios al leer, tampoco voy a decirte que se perfectamente lo que bebes, ni si quiera voy a hablarte de las ganas que tenia de matar a aquel tipo con el que ligabas. Estas aquí sentada con tus amigas, las que probablemente cuando me de la vuelta opinen y hablen de algo que no saben, probablemente compartas burlas y risas con ellas sobre esta situación. Vengo pese a esta estúpida vergüenza que llevo a todas partes. Pero tenía que decirte que quiero ir a un concierto de Quique González contigo,  que me enseñes tu París particular, tomarme un café un miércoles por la tarde, comer un lunes o ir al cine un domingo. Quiero conocerte, quiero saber todo lo que no se de ti, quiero prestar atención a cualquier detalle que sirva para que sonrías una noche mala. No quiero nada serio ni nada a medias, no quiero ponerle nombre y menos aún hablar de futuro. No sé qué quiero, solo se lo que no quiero, como estar aquí en una punta y tú en otra, dejando al destino o yo que se a que el que podamos estar un día a solas. No pretendo que digas nada tranquila, tu cara de sorpresa y sonrisa me dan alguna pista, ahora me voy a ir, debo estar rojísimo, me tiemblan las manos y tengo mucho calor por los nervios. Así que si algún día quieres tienes mi número, yo ya he levantado mis cartas, te estaré esperando.”

Y me fui de aquel bar, con su mirada en la cabeza, paso acelerado y la sonrisa marcada.

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