martes, 27 de octubre de 2015

Aparecío.

Cómo si de un plan perfectamente preparado se tratase, haciéndose imprescindible en un momento. Con esa capacidad de hacerme odiar las cosas buenas por darles un final, por tener que taparme la boca al asomo de un te quiero por saber que no se puede, apareció ella.
Me obligo a escribir una lista de defectos para ver si así puedo contrarrestarla, para ver si aunque sea sobre el papel puedo con ella; empieza dándome la dosis justa de estar y no estar, siguiendo con la facilidad para hacerme sonreír, sumando la capacidad de ponerme la piel de gallina con solo una caricia y acabando con esas maneras adictivas.
Apareció, mirándome de lejos, sentada entre sus amigas, no sé si estaba unos centímetros por encima o simplemente para mi desaparecieron el resto, fue en ese momento en el que me di cuenta que ella paso a ser ELLA. 
No voy a contar la historia con detalles, tampoco voy tratar de que nadie la entienda, es mía, quizás, también un poco de ella y jamas escribiré tan bien como para igualarla. Apareció y sigue aquí, haciéndome capaz de poner una escalera hasta su ventana o de atar a la luna para tenerla una noche que sea mañana. Apareció y decidió ser mejor de lo que de pequeño me dijeron que buscara. Apareció y me enseñó lo que es tener los nervios a flor de piel, apareció y sacó mi miedo al futuro. Esta es la letra pequeña de su llegada, se irá, tenemos fecha de caducidad. Vivir lejos de mí, probablemente, sea el único defecto que odio de ella. Pero aun a sabiendas, decidimos jugarnos un todo o nada, disfrutando de segundos, apreciando cualquier mirada perdida, retando al destino y viviendo los que unos viven en una vida en lo poco que nos queda.


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