lunes, 7 de octubre de 2013

Cuentas restantes.

Una botella de tequila, un par de conciertos y más de mil sonrisas pendientes. Recuerdos de todas esas madrugadas por Madrid, jugábamos a ser clandestinos, escapándonos por la puerta de atrás, colándonos por ventanas abiertas.
Mi maldita sensación de hasta aquí o te enamoras, estúpida tradición de estropear todo. Nunca sabré apostar por ella, nunca me vi capaz de hacerla feliz. Le debo un te quiero, diez o veinte citas, cien canciones, un sin fin se amaneceres y valor para cumplir lo que entre copas siempre prometo.
Portales usados para escondernos entre besos, botones que estorbaban a las prisas, suplicas para que el sol se quedara dormido un rato más y pasión sin límites pero con fecha de caducidad. Se recogía el pelo al bailar, sonreía cuando nuestras manos coincidían y nerviosa bajaba los ojos si la miraba fijamente...
Si alguna vez no nos podíamos ver quedábamos en algún sueño, nos acostumbramos a dormir juntos. Siempre me dijeron que lo que más se echa de menos de una persona es la costumbre a ella, así que por el miedo que siempre me entra en estos casos una noche desafiando al amor le dije que me iba, había llegado el día en el que no la escribiría para que me abriese la ventana por la que todas las noches entraba para quitarle el edredón y lo que molestara entre su cuerpo y el mío.


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