Me miro desde el espejo, sonrió y se siguió maquillando. Me acerque, le di un beso en el cuello y le susurre al oído alguna promesa. Salí del baño dandole vueltas a aquella promesa, no seria fácil, enamorarse nunca es cosa de uno si no del azar. Nunca creí en medias naranjas y menos aun en amores eternos, pero con ella maldije mi falta de confianza en el amor. Siempre fui un incrédulo que jugaba contra el. Ella salió del baño, más guapa que nunca y con la sonrisa puesta me pidió perdón por el retraso. Empece a creer, no se si en el amor o en ella, pero creí que alguna promesa se podría cumplir. Cansado de rotos y descosidos cada fin de semana, de recibir mensajes a los que no dar respuesta, de besar por besar. Y entonces empece a creer, o al menos quise creer que una sonrisa te puede alegrar un día, creer que se puede echar de menos un beso, que una caricia es algo mas que un preliminar. Y nos fuimos a cenar, riéndonos de nosotros mismos, sin pensar en mañana pero creyendo en nosotros.
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