martes, 12 de enero de 2016

Jugamos.

Jugábamos a ser noche, para que el amor no nos descubriera. Jugábamos a que todo nos supiera a poco, para no dejar de besarnos. Jugábamos a ser niños para poder escondernos debajo de las sabanas cuando el miedo a no tenernos nos ganara alguna madrugada. Jugábamos a simular indiferencia cuando se nos escapaba un sentimiento más alto que otro. 
Yo sin que tu lo supieras, mientras soñaba contigo, abría los ojos para verte dormir. Tu jugabas a volverte irremplazable. 
Convertimos un jueves noche, en un quédate para siempre. 
Quemaría los metros para que no hubiera distancias, jugaría al escondite pero en mi cama, para que no hubiera perdedores ni perdidos.
Tengo muchas cosas por hacer, como enseñarte Paris desde las estrellas de su torre, como bailarnos un par de tangos  en alguna nube de Buenos Aires, como bebernos las sonrisas en algún bar de Mexico, como instalarte Manhattan sobre Madrid. 
Jugaría a enseñarte partes de tu cuerpo que ni tu te conoces, jugaría a demostrarte que tienes formas que no te habías descubierto. Diagnosticaría ceguera completa a todos los que alguna vez te vieron normal, por no ver todo lo que tienes cuando te desnudas y no me refiero a cuando te quitas la ropa.
Jugaría a perder las manos por dejarlas pegadas a tu cuerpo para no dejar de acariciarte. 
Juegas a ser tu y con eso ganas cualquier partida. Juegas a controlar el tiempo y este no pasa cuando tu no estas. Juegas a mandar sobre el clima, haciendo primavera en invierno. Juegas a ser invencible y no te puedo ganar ni en mis historias. 
Jugamos a reírnos de las despedidas, que esta vez se va llorando, al darse cuenta que nuestro adiós no fue en serio.


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