Se me endurece el corazón al dejarte, las despedidas no debían ser tan difíciles. Odio el frió de mis labios al darte las buenas noches y colgarte. Tengo las manos gastadas de tocarte en la distancia.
Después de más de cien mañanas sin ti, me veo obligado a pedirle a las paredes que te envuelven cada noche que me dejen arroparte entre mis brazos. Me pierdo entre el tacto eterno de tu pelo, me bebo de un sorbo todas las caricias que me pierdo cuando te dejo en tu portal. No me quito ni con alcohol las ansias por besarte cuando no estas ni resisto a la emboscada de la fantasía de tus gemidos entre mis sabanas.
Te susurro algún verso mientras te desnudo con la mirada. Se me olvida respirar por culpa del recuerdo frenético del ritmo de tus caderas. Ciego por el brillo del sudor recorriendo tu cuerpo, sucumbo ante el deseo de tus labios cuando te saltas la distancia. Me invitas a secuestrarte y llego a imaginarme toda la vida entre tus pestañas.
Y aquí estoy, una vez mas, poniéndonos trampas para ver si nos confunde un te quiero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario