martes, 10 de marzo de 2015

Sin letra pero con música.

Nos hablamos con la mirada, intentando decirnos lo que solo nos decíamos en la cabeza. Es cierto que soy un poco caprichoso, uno de esos enamoradizos esporádicos, que llegan a morirse por alguien en un breve espacio de tiempo. Ella arrasa con todo lo que ve y a mi me encantan los terremotos. Admito que es una de esas a las que le daría todo, de esas con las que fingiría una escena mala para volver a empezar el rodaje. Nos bailamos con caricias, reventando por atrevernos a besarnos. Besarla seria uno de esos incendios que no quieres apagar, es una de esas piedras con la que te gusta tropezar, era inevitable, cuando creo olvidarla me doy cuenta que hasta para eso la tengo que pensar.
Es como una lanzadera, subir para disfrutar la caída. A veces me enfría, otras es como una tarde de verano. Nos gusta provocarnos, con un constante tira y afloja, jugando a ver quien es más difícil. Yo le cedo la atención de todas las miradas, ella me complace con cumplidos. Ella me amenaza con volverme loco, yo con irme al despertar. Pasan los días, entre dimes y diretes, esperando el momento de entregarnos a un "a ver que tal". Admito querer denunciar a las compañías de teléfono cuando no tengo noticias suyas, ella me ha echado en cara no ser yo el de la pintada en su paso de cebra. Cada vez queremos más y demostramos menos, cada vez nos comemos más y nos rozamos menos. Cada vez tengo más miedo a las grietas que pueda ocasionar el terremoto de un "duerme conmigo" dicho por su boca. 
Anoche me pillo escribiendo encima de aquella pintada: "tu, yo, sin letra pero con música" y sin pensárselo decidió besarme, dejándome en los labios la cicatriz de sus iniciales.


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