lunes, 25 de agosto de 2014

Aquel banco.

El miedo iluminado en su mirada, me reconoció tomar decisiones basadas en inseguridad. Sentados en un banco se nos hizo de día, acariciaba su pelo mientras hablábamos de futuro sin centrarnos en el presente. Consolaba mis fantasías con sonrisas, llenaba mis delirios con caricias. Le hice el amor en un instante, sin quitarle la ropa, a un metro del suelo y creyéndonos eternos.
Aprendí que vivir era estar a su lado, me enseño que un beso puede ser para siempre. Y como me había avisado, cerro su portal, incrédulo llame a la puerta, ella estaba dentro, yo fuera y no me salían las cuentas... Sin quitarse la sonrisa me lanzo un beso y leyéndole los labios supuse un: nos vemos pronto, ha sido un amanecer maravilloso, te olvidaste que baso las decisiones en mis miedos.
De golpe perdí aquel metro de altura que había ganado al hacerle el amor en aquel banco en el que se nos hizo de día, en el que sin quitarle la ropa la supuse desnuda. Demoledor el recuerdo de su mirada diciéndome adiós, de sus labios lanzandole un beso al aire.
De vuelta a mi casa, echando la mirada atrás, buscándola entre melenas rubias y ojos marrones, me pare en aquel banco, le propine un par de patadas y maldije la capacidad de aquella niña que consiguió dar y quitarme todo en un mismo amanecer.



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