lunes, 14 de marzo de 2016

Me cuesta.

Me cuesta aprender de los porque sí, de las sonrisas arrolladoras y de los besos devastadores.
Me cuesta aprender de las incógnitas inagotables y no consigo entender el porqué del poder de una duda. Me cuesta aprender a perder el miedo a las distancias cortas o a decir te quiero. Me cuesta aprender que la magia está en verte dormir, no en querer acostarme contigo. Me cuesta entender a la gente que sube a las azoteas para mirar hacia abajo en vez de mirar el cielo más de cerca. Me cuesta entender a aquellos que señalan las estrellas y no trepan a los semáforos para intentar agarrarlas. Me cuesta entender a los que regalan flores los 14 de febrero pero se olvidan de un buenos días el resto del año. Me cuesta entender a los que regalan te quieros, convirtiendo a esta en una frase común. Me cuesta entender a los que caminan sin querer parar el tiempo. Me cuesta entender a los que discuten sobre marcianos sin mirarse en el espejo. Me cuesta entender a los que debaten sobre felicidad sin valorar una sonrisa.
Me cuesta entender a los que rompen pompas de jabón, en vez de intentar volar dentro de ellas. Me cuesta aprender de los que leen la letra pequeña y no saben deletrear una mirada. Me cuesta entender a los que beben para olvidar y no saben que el olvido es el mayor de los recuerdos.
Como ves, me es casi imposible entender y aprender sobre la vida, pero nada me ha costado más que entender a todos aquellos que no te ataron a su vida y te dejaron escapar. 


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