miércoles, 23 de septiembre de 2015

No, rotundamente no.

¿Te acuerdas de cuando nos despedimos? Yo probablemente todos los días.
Me acuerdo de tus lágrimas rozándome los labios, tu lengua fría y tus manos como imanes. Me acuerdo de la sensación de vacío al cerrar la puerta de aquel taxi, de las ganas de correr detrás y lo impotente que me sentí al hacerlo sin poder frenarte.
Ahora estoy bien, no te lo voy a negar, la vida sigue y he aprendido a vivir sin ti. Nunca más he vuelto a decir te quiero, tampoco he vuelto a tocar una puerta después de salir para que me dieran un beso más. Ahora convivo con supuestos, supuestos sentimientos que al cabo de un tiempo están vacíos y siguen corriendo detrás de aquel taxi. Convivo con sueños en los que te imagino buscándome en otras camas u otros besos. 
Es difícil quitarme la sonrisa, no es porque no te eche de menos, es porque cada vez que sonrío pienso en que puedes estar mirándome y vas a venir corriendo a preguntarme que de que me río.
Convivo con esta manía de esconder tú nombre en todo lo que pienso, convivo con los nervios de pensar lo que fuimos o mejor dicho, lo que podríamos haber sido. Convivo con esa sensación de que jamás volveré a sentir lo que sentí la primera vez que te vi. Convivo con las ganas de estrellarme todos los días en el accidente que fue conocerte. Con estas heridas que no quiero cicatrizar, siempre me gusto tu cara sobre mi piel. Convivo con este cuarto al revés, la cama sobre el techo y nuestros sueños en el suelo pidiéndonos que los conjuguemos en presente. Ultimamente me ha dado por enjabonar a la pared en memoria a tu espalda. 
Pero tú sonríe y que sepas que desde que te conozco siempre corrijo a los que dicen "de Madrid al cielo".
"No, rotundamente no, de Madrid a ella".


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