Estrenaba sonrisa, vestido y tacones. La primera la usaba para enamorar, el segundo para seducir y los terceros para provocar; caí en las tres trampas.
Lo primero que me contó fue que tenía, también, corazón nuevo. No estaba dispuesta a gastarlo pronto, pero decidí subirme a la montaña rusa de su verdad y de sus miedos. Incrédulos, los dos, jugábamos a echar pulsos al amor. Cocinábamos a fuego lento cada proposición, movimiento y caricia.
Me metí un par de te quieros en el bolsillo, por si en algún momento me hacían falta. Le cargue el bolso de excusas por si alguno de mis enemigos llegaba con una jugada maestra supiera como decirles que no, recordando alguna de mis caricias.
Unas veces quitábamos las calles, otras las pintábamos, a veces nos revolcábamos por el suelo, otras levitábamos en una cama. Muchas noches poníamos el sol, perdimos miedo a las mañanas. Convertíamos los días en noches en vela, los besos en obras de arte. Nos encantaba fingir encuentros fortuitos, pasar las horas bailando.
Fuimos usando el corazón, quitando excusas. Poco a poco fui quitándole el vestido, los tacones y el miedo a sonreír porque sí. Le dije que le leería un cuento antes de dormir las noches de tormenta, ella me prometió enseñarme a parar los relojes.
Pasaron los días y dejamos de vernos…. Yo aún recuerdo a aquella niña que me despertó el corazón, usaba vestido corto, tacones altos y sonrisa implacable, aún recuerdo las trampas en su pelo. Se que ella aun recuerda a aquel chico que le enseño a caminar sin tocar el suelo, que sacaba te quieros del bolsillo, a aquel chico con el que ponía y quitaba el sol, a aquel chico con el que estreno, de nuevo, el corazón.
Y sé que algún día fingiremos otro encuentro por casualidad y pasaremos las horas bailando, sonriendo porque sí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario