Me encontraste, jugando a matar a cupido, con aún menos ética que vergüenza. Me encontraste y mirándome con pena, me regalaste una caricia que cambió todo de una tirada. Jamás te prestarías a ninguno de mis juegos, lo dejaste claro sin hablar con un giro de cabeza y la melena al viento. Pasé el resto de la semana escribiéndote, intentando explicarte que no había dejado de temblar, que si hacia falta reencarnaba a cupido para convencerte. Te escribí un par de temas, tres o cuatro versos y más de cien cartas, nada conseguía explicar lo que te quería decir así que acabo en la misma papelera. Madrid se me hacía cada vez más grande sin ti, tu adiós como último recuerdo estaba acabando conmigo.
Te busco en cada calle, suplicándole a las farolas que me hablen de ti, rogándole a los espejos tu reflejo. Esta vez había encontrado a una actriz principal que no me tenia más que en un papel secundario. Esta vez no es la misma historia, esta vez el guión no lo he escrito yo, esta vez no me inventare palabras sobre la luna.
Sé que dejaré de escribirte, me dará terror hacerte real y que seas mejor que entre mis letras. Nos conocimos con diferentes metas, tú buscando la excelencia y yo haciendo pobre al amor. Qué cara me saldrá tu sonrisa, qué barato te regale el corazón.
Pasará el tiempo y yo seguiré esperándote en la 311 con la esperanza de que alguna vez creas que gracias a ti empece a creer en cosas de dos.
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