miércoles, 11 de septiembre de 2019

Kamikaze.

Te miré desde el espejo y me di cuenta que ya no sabía tu canción favorita. 
Entendí, mientras aún dormías sobre mi cama que, por no saber, ya no sabía cuándo fue la última vez que te susurre un te quiero entre baile de sábanas y cuerpos.
Recordé aquellos días en los que cuando el semáforo se ponía naranja, acelerabas y, me di cuenta, que ahora esperas hasta en los pasos de cebra. 
Recordé aquellos amaneceres de verano, capaces de engañar a cualquiera, en los que nos vimos enamorados en el reflejo de cada copa. Y, ahora, al recordar, me pregunto si fue cuestión de mi imaginación o realmente te quise todas esas mañanas. 
Recordé que me enamoré de tu alma kamikaze y ahora que te veo temblando ante el barranco no sé si cogerte de la mano y que saltemos juntos o dejarte mis alas y convertirte en un recuerdo.




martes, 3 de septiembre de 2019

Llegaba septiembre.

Como cada agosto, llegaba septiembre. Como cada agosto, quedan atrás unas cuantas historias que contar, alguna que mejor callar  y algún que otro amor que sospecho haber sentido. 

Llegaba septiembre y ella (siempre hay un ella en cada uno de mis agostos) empieza a quedarse en un agosto que ya no está. Ella, como agosto, me hizo perder el vértigo, recordándome cosas que creía no haber conocido. 

Con el discurso de quien no lo hace aposta, agosto siempre será la mezcla exacta entre antídoto y veneno. 

Se va agosto aunque nunca lo acabó de hacer del todo. Como septiembre, que parece que llega siempre tarde para evitar las heridas, pero las cicatriza enseñándonos que el amor no se raciona aunque sepamos que solo dura su mes.

Se va agosto, dejándonos más amaneceres que días, alguna mañana que creo no recordar y el sabor a verano en cada gintonic. 

Y es que llegaba septiembre y con cada canción hacíamos un fragmento de nosotros dos.